Siempre me sorprende lo rápido que me olvido de las limitaciones de mi cuerpo. Ayer salí a correr por primera vez desde el pasado noviembre. Hacía un día fatal, de esos en los que te levantas por la mañana, meas, y te vuelves directamente a la cama. Aquí en Crested Butte, el mes de abril acostumbra a ser un túnel oscuro y lleno de goteras por el que hay que pasar por huevos. Las montañas pierden su blancura virginal y mas bien parecen estar cubiertas por un trapo sucio, frecuentemente pasan tormentas que descargan una nieve pesada y húmeda propulsada horizontalmente por vientos insufribles, el barro, la nieve y las cagarrutas de perro, todos ellos mezclados en una argamasa marrón y pegajosa, cubre calles, patios y los caminos que empiezan a derretirse. El largo y duro invierno se niega a morir elegantemente y tiene que hacerlo jodiéndonos a todos.
De todas maneras salí a correr. Podía haber salido a esquiar una vez más como lo había hecho en 140 ocasiones en los últimos 5 meses pero eso se me antojaba demasiado rutinario, demasiado "invernal" para mi gusto. En esa línea a menudo tenue y borrosa que separa primavera e invierno, ese día yo quería oscilar hacía el lado que decía "primavera". Así pues empecé a correr desde el pueblo mismo por una pista forestal que gradualmente asciende hacía unas casas de esas que valen millones y cuyos ausentes propietarios solo utilizan un par de veces al año.
Nevaba y hacía frío pero yo, impulsado por la euforia de lo novedoso, de moverme con un método distinto de locomoción y porqué de alguna manera y contra todo indicio que pudiese darme la naturaleza, con mi actitud rompedora estaba marcando el inicio, ya irreversible, de la incipiente primavera, corría con la agilidad de un Pegaso, ignorando el drama que tenía lugar subcutáneamente en las profundidades carnosas de mis muslos y pantorrillas, dónde pequeños ninjas de ácido láctico se ensartaban a cuchillazos con todo el tejido muscular que podían arremeter.
Solo corrí unos 5km pero hoy apenas si puedo flexionar las piernas para sentarme en la taza del vater. Por supuesto hoy también ha hecho un día magnífico y cuando Dave me ha preguntado si quería salir a correr con él he tenido que decirle que hoy imposible, que tenía un montón de compromisos que hacer.
Aún así, estoy contento, la luz al final del túnel ya no está lejos y además es verde.
Xavi Fané
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