¡Corre, corre! Me díje a mi mismo ayer por la tarde, afanándome a salir de casa para ir al monte y pasar una noche mas al raso antes de que las pronosticadas nieves cubran con su definitivo manto níveo todo objeto y resquicio. Salí de casa con una mochila cómo si fuese a cruzar el Polo Sur, cargado con todo lo que tengo que vaya relleno de plumas: pantalones, chaqueta, saco... y luego todo el material fotográfico, trípode, el camarón supremo, un par de objetivos, etc, y subí y subí por uno de mis senderos favoritos para correr y pedalear y al cabo de un rato lo dejé y seguí campo través, primero entre desnudos abédules y luego por roquedales y enormes abetos castigados por eones de penurias. Acabé instalándome en un promontorio pedregoso, rodeado de árboles fantasmagóricos con magníficas vistas hacía el pueblo y las cimas que lo rodean. Allí pasé la noche, sacando fotos, contemplando la magía de una colosal puesta de sol y después de las estrellas y la luna, y durmiendo un sueño entrecortado entre la belleza de lo real y lo no real.
Xavi Fané
Xavi Fané