Acostumbra a ser hacía mediados de otoño, cuando empieza a hacer frío en las montañas pero no todavía no hay suficiente nieve para esquiar que uno siente la llamada del desierto, de alargar un poco mas la temporada estival y cargar las pilas para enfrentarse a los rigores invernales. Hacia años que Karen y yo no habíamos ido por la zona de Moab y esta vez decidimos aprovecharnos de su relativa cercanía para tomarnos una semana de vacas explorando algunos de los nuevos recorridos de mtb que se han creado en los últimos años y también haciendo algunas excursiones a pie por sus remotos cañones y mesetas.
Moab es uno de esos engendros de aguda bipolaridad como solo pueden encontrarse en los Estados Unidos. Como lo son Las Vegas o Disneyland Moab es una monumental trampa turística cuyos niveles de horterismo escapan toda clasificación. Allí conviven en precario equilibrio motorheads y mormones de derechas, imitadores de Edward Abbey, prospectores de petróleo, escaladores y el típico pijoteras en busca de slickrock en el que quemar la cara goma de sus neumáticos. En pocos lugares se ven tantas y tan flamantes bicicletas, pero igual es el caso con los 4x4, las motos y motorhomes. Es una escena dantesca.
La salvación es el desierto. En su brutal inmensidad se diluye, por lo menos en gran parte, el patetismo humano y uno tiene la oportunidad de emborracharse de espacio y silencio hasta olvidarse de quién es y de dónde viene.
|
El vacio salvador de Canyondlands |
|
Luna llena acampando en Island in the Sky. |
|
Enorme cavidad en Hunter Canyon |
|
En la cumbre de Upheaval Dome |
|
Desayuno en el campamento |
|
El impresionismo de Fisher Towers |