Hay lugares que a pesar de su magnificencia se lo montan para pasar desapercibidos por las masas. El Black Canyon es uno de estos rincones inéditos que literalmente se esconden debajo de nuestras propias narices. De hecho las aguas que han excavado este profundísimo y angosto cañón, pertenecen al Río Gunnison, que nace aquí mismo dónde vivo. Quizás sea la relativa proximidad a las hermosas y espectaculares Montañas Rocosas lo que ha mantenido su anonimato y misterio. El caso es que sus 80km de longitud y 800m de pura verticalidad e insondables abismos ofrecen interminables opciones para escalar, hacer kayak extremo, o simplemente para el explorador buscando perderse en sus agrestes entrañas. Allá abajo fuimos Karen y yo este pasado fin de semana en busca de una primavera que todavía no tenemos en las alturas de nuestro hogar. Aquí tenéis unas fotos de este increíble y salvaje rincón de la geografia americana: