27 diciembre 2012

Navidades en Gothic

Hola a todos!, espero que hayáis pasado unas buenas Navidades, con buena compañia y haciendo lo que os guste hacer. Como ya es tradición nuestra, Karen y yo hemos ido a pasar las fiestas con nuestros amigos Gary y Kiki, que están de guardas en el pequeño enclave científico de Gothic. Un rincón de nuestras montañas que se halla solo a una esquiada no muy larga desde nuestra casa pero que siempre sienta como otro mundo, mucho mas tranquilo y sosegado.  Ha estado nevando de verdad, lo cuál ha acentuado incluso mas el grado de celebración de estas fechas. Aquí teneis unas pocas fotos de estos pasados días:


Llegando a casa de Gary y Kiki en Gothic.

Anochecer en Gothic (Luna y Jupiter)

Nuestros anfitriones modelo.

Aspen con cicatrices de oso

Gary cultivando su look ruso.

Foqueando entre aspens gigantes

Gary currandose la bajada.

Scottie envuelto en el humo polvoroso.


Hasta el cuello.

De bajada hacia Gothic, a por nuestra cena de Navidad.

Salud a todos y que os brille la estrella en este próximo Año Nuevo!

20 diciembre 2012

Naturaleza Invernal

Parece mentira lo rápido que puede pasarse de marrón depresivo a paraíso invernal. Apenas hará una semana y media o así el pueblo entero era como un hospital psiquiátrico con dosmil pacientes al borde de una crisis depresiva profunda. Pero solo fue necesario una incesante sucesión de frentes del Pacífico para poner las cosas en su sitio y probar la naturaleza bipolar de todos quienes vivimos en las montañas, a la espera del invierno y sus nieves emolientes. Aquí tenéis unas fotos de estos últimos días:

Bosque de aspens en plena nevada

La entrada trasera al patio de mi casa.

Una cabaña abandonada de los viejos días mineros de la zona.

Después de la tormenta: hace un frío que hiela los párpados.

Bolas de nieve en precario equilibrio

Paisaje invernal desde la cumbre de Red Lady. Estamos a mediodía y el termometro está por los -15ºC.

Joe subiendo hacia la cumbre de Red Lady. 

06 diciembre 2012

En Hawaii


Imposiblemente alejado de toda tierra firme como ningún otro archipiélago en el planeta, las islas de Hawái emergen con vigor y furia incontenible de las profundidades oceánicas. Una de ellas, la más grande, todavía humea, tiembla y regurgita como un dragón a la deriva. De hecho, la cumbre de Mauna Kea, con sus 4500mt por encima del mar y los 6000mt más que descienden hasta lo más profundo del Pacífico es la mayor montaña del planeta. La “Big Island”, dónde Karen y yo hemos estado de vacaciones, es una isla dura y salvaje, todavía en proceso formativo, desfigurada por las grises cicatrices de ríos de lava que surcaron y siguen surcando las masivas laderas de Mauna Loa y Mauna Kea y a la vez fascinante por su diversidad de paisajes, por su rica cultura polinesia y por el mar infinito que lo domina todo.

Evasión es la primera palabra que me viene a la cabeza cuando pienso en las razones de nuestro viaje. Hay viajes en los que el deporte o la familia o los amigos son el objetivo principal, pero en esta ocasión fue lograr un estado de puro relax, hacer cura de Facebook y de chismes electrónicos y empaparnos del clima perfecto, de los lujuriantes bosques pluviosos, las aguas cristalinas llenas de peces de colores, las piñas, los cocos y las papayas y sentirnos ridículamente pequeños ante el poder ígneo de la isla.  Al llegar a Kona (el centro turístico de la isla) alquilamos un coche y de allí nos dedicamos a explorar la isla sin rumbo fijo, combinando acampada en varias de las playas que tiene camping con alguna que otra noche en hostales y casas particulares.

La omnipresente y acaparadora presencia del mar: infinito, puro e indomable. La mayoría de días siempre se hallaba a vista y muchas noches dormimos bajo el fragor de su rítmica respiración. La Big Island es una isla relativamente “nueva” y eso hace que hayan pocas playas de arena fina (las hay), la costa acostumbra a ser escarpada e inaccesible y el mar amenazador. En él vimos ballenas y nadamos con tortugas, tiburones y peces de mil colores.

El lado oeste de la isla, dónde se halla Kona y la mayoría de playas de arena y grandes hoteles, es semidesértica y luminosa, con vastas extensiones de lava endurecida, plantaciones de café y las ruinas de algún que otro enclave antaño usado por los isleños. En cambio, el lado este, es perpetuamente verde y exuberante, los chubascos son frecuentes y la costa es menos amistosa (aunque el surf es excelente). Hilo es la principal población de este lado de la isla y es encantadora, con sus edificios rústicos y coloridos y sus bien cuidados parques. Una cosa nunca cambia, y es que en ambos lados la temperatura es siempre perfecta (hasta los mil metros de altura mas o menos) a partir de ahí, empieza a refrescar de noche.

Nuestras excursiones a algunas de las playas desiertas de la isla fueron de lo mejorcito. La noche que pasamos acampados en Pololu, en el extremo norte de la isla, fue inolvidable, entre acantilados de 300mt , bajo la sombra de los Iron trees y el ensordecedor embate del mar.

El vulcanismo de la isla es formidable. En el “Volcanoes National Park” se tiene la rara oportunidad de acercarse a ver las entrañas vivas de la tierra como en ningún otro lugar del mundo. Cráteres humeantes, lagos y ríos de lava son curiosamente accesibles gracias a la baja explosividad del vulcanismo. Además, toda esta crudeza piroclástica se halla rodeada de una lujuriosa jungla de o´hia y helechos gigantes que te hacen pensar que estás en “Jurassic Park”. Un día los dos hicimos una dura travesía entre la espesura hasta el cono de Puu’Oo, la fuente actual del rio de lava que desciende hasta la costa de Puna.

Pero bueno, voy a dejar de escribir tanto y os dejaré con unas cuantas imágenes del viaje: